En los momentos actuales en los que el individuo es utilizado por la sociedad de consumo como un objeto más, el capitalismo impera, la lucha obrera terminó, la conquista de derechos fundamentales llegó a su culmen, el mantenimiento de los privilegios y la seguridad han pasado a ser objetivos fundamentales de los gobiernos para mantener el estado del bienestar. 

La identidad del hombre de hoy se diluye en los centros comerciales, se construye en residenciales y se privatiza en la red. Internet y el teléfono móvil se encargan de socializarnos a golpe de clic sin decir palabra. El afecto se cuantifica por grupos de “whatsapp” y seguidores de “facebook”. Las relaciones se hacen a distancia, evitamos a parientes y vecinos. Los tratos son superficiales, el compromiso carente y el narcisismo abundante. No es de extrañar que la patología mental sea en un futuro próximo la más prevalente. Las carencias sociales, la falta de moralidad y principios y la preponderancia de nihilismos y fanatismos están construyendo un edificio social con valores frágiles e ideologías diluidas por corrientes extremas. El desarrollo tecnológico y el predominio de la ciencia ponen el foco de interés en la producción y el mercado, olvidando las humanidades y las cuestiones filosóficas. La religión ha perdido su poder moralizante, la educación carece de autoridad suficiente y la familia se desintegra.

Como resultado presentamos una humanidad sin rumbo, donde su protagonista principal, el hombre busca el éxito y el placer individual como reafirmación personal, sin tener en cuenta al prójimo.  Valores personales, éticos y morales, como la amistad, la nobleza, la honestidad, la sinceridad, la lealtad, el respeto, la tolerancia y la responsabilidad pierden peso sobre los valores materiales. Las relaciones personales son superficiales, insustanciales, débiles, y en ellas surge las dudas, recelos, envidias, infidelidades y traiciones. Situaciones de conflicto, donde las personas confrontan sus personalidades y que en muchas ocasiones adquieren tintes dramáticos por su final fatal.

Este proyecto tiene como objetivo recrear este tipo de escenarios, donde los personajes viven sus relaciones personales, que son examinadas de forma crítica por el espectador. Un mirón que se comportará como un auténtico voyeur completando la historia en su cabeza.

Los microrrelatos acontecen en espacios interiores, lugares domésticos de otra época, vigas carcomidas, muros de adobe, paredes derruidas, habitaciones vacías, carentes de enseres  testigos de la decadencia humana visible en las relaciones actuales.  Alcobas rurales abandonas acogen situaciones contemporáneas, catres y aposentos andrajosos admiten cuerpos pulcros y elegantes, pasiones carnales y frialdad lasciva. Nada nos sorprende, en la era visual y virtual nos mantenemos indiferentes  a los contrastes e impasibles a la intensa carga emocional. Una esperanza para un futuro imperfecto se vislumbra a través de una puerta o una ventana; un rayo luminoso que compensa la incertidumbre, aportando una perspectiva de optimismo, una salida, una catarsis que nos sacuda y nos libere.